Los Primaris se agolpaban delante del auspex del Hermano Ulvor en un silencio hosco. El pobre Sargento de la Unidad Silenciosa se revolvía, inquieto, no sabiendo si llamar al Hermano Teniente Brom o... en fin, o liarse a gritos.
—Apartáos, dejad que lo compruebe —arrodillándose delante de la destartalada antena de señal, con un gesto de las manos para que le dejasen sitio, el Sargento teclea algo. Las coordenadas aparecen en el visor de su casco.
—3919182, 9993849, 8837281... —dice una voz detrás de él, que reconoce como la del Hermano Sargento Corvan, de la Unidad Súbita, que se acerca—, ¿se lo has comunicado ya al Hermano Teniente?
—No, tengo que asegurarme primero de que el rastro es veraz...
—3919182, 9993849, 8837281... —dice una voz detrás de él, que reconoce como la del Hermano Sargento Corvan, de la Unidad Súbita, que se acerca—, ¿se lo has comunicado ya al Hermano Teniente?
—No, tengo que asegurarme primero de que el rastro es veraz...
Los Primaris esperan mientras el Reiver hace comprobaciones en la antena. Más arriba, entre las ruinas del edificio, el resto de la Escuadra Silenciosa con sus armaduras Phobos vigila las calles. Entre los cascotes de lo que fue un manofactórum hay una baliza caída del cielo, con las sagradas marcas de los Hijos de Russ, los Lobos Espaciales... y la Semicompañía del Teniente Brom no hacía otra cosa que ansiar encontrarse con ellos y con sus raíces fenrisianas de una vez por todas.
—Ayudad a la Silenciosa, ¡vamos! —dice el Sargento Corvan, quitándose el casco y fijándolo a su cinto mientras los Intercesores se abren en abanico para proteger el frente del edificio. Se pone en cuclillas mientras saca un poco de ceramita autosellante y la aplica a unos agujeros de metralla del pecho de la armadura— Espero que estés en lo cierto esta vez, Ulvor... —comenta con una sonrisa—, creo que le dará un infarto al Teniente si seguimos buscando sin éxito.
—Menos mal que el Emperador, en Su Sagrada Gloria, le bendijo con dos corazones —comenta con sorna el Reiver. No se ve su rostro detrás del casco, pero Corvan está seguro de que sonríe, el muy bastardo. Qué bien le cae.
++Movimiento al frente, Hermano Corvan. Parece que la Certera y la Implacable se reagrupan en nuestra posición++ dice la voz de uno de sus hermanos por la radio.
—Menos mal que el Emperador, en Su Sagrada Gloria, le bendijo con dos corazones —comenta con sorna el Reiver. No se ve su rostro detrás del casco, pero Corvan está seguro de que sonríe, el muy bastardo. Qué bien le cae.
++Movimiento al frente, Hermano Corvan. Parece que la Certera y la Implacable se reagrupan en nuestra posición++ dice la voz de uno de sus hermanos por la radio.
—Ya está aquí... —susurra Corvan poniéndose de nuevo el casco y levantándose. A su lado Ulvor hace lo mismo.
El Teniente Brom, apodado por algunos el Taciturno, entra por lo que fueron las puertas. Su andar es seguro y confiado, pero por la manera en la que se aproxima, acompañado por los Sargentos Lorren y Donovan, se intuye que sigue buscando guerra.
—¿Qué habéis encontrado? —pregunta sin ceremonias.
—¿Qué habéis encontrado? —pregunta sin ceremonias.
—Coordenadas de un sistema en el Nexo Illion, cerca de la Cicatrix —contesta Ulvor con tranquilidad.
—Son... ¿son de los Lobos? —pregunta Lorren, con algo más de excitación que la que debería.
—Eso creo, sí...
—¿Seguro? —tercia Donovan, con su voz susurrante y ronca. Nunca se recuperó bien de ese hachazo de un orko en Laveria IV.
—Sí... —Ulvor mira al Teniente y luego asiente— Esta vez sí, Hermano Teniente. Son ellos, estoy seguro.
El Teniente Brom mira la baliza, la antena, las marcas de runas fenrisianas que la cubren... y se permite una sonrisa que no deja que se contagie a su voz.
El Teniente Brom mira la baliza, la antena, las marcas de runas fenrisianas que la cubren... y se permite una sonrisa que no deja que se contagie a su voz.
—Cogedla, y reparadla en la medida de lo posible. Volvamos a la Intrépido... tenemos un Capítulo Fundador que encontrar.